Diario La Nación - 08/10/2006 - Publicado en la ed. impresa: Ciencia/Salud
En el déficit de atención o ADD
Sobrediagnostican un trastorno infantil
Psiquiatras infantiles y maestros advierten sobre este fenómeno
que lleva a los chicos a recibir medicación psicoactiva
En la novela Un mundo feliz, de Aldous Huxley, los personajes toman soma, una droga administrada por el Estado para
que con una sensación de felicidad el devenir social siga con regularidad su curso. El lugar de cada uno está predeterminado
y lo importante es que nadie se salga de la norma. Esta ficción, una crítica a la sociedad hiperbiotecnologizada que Huxley
vislumbró en los 50, no está lejos de la realidad de los albores del siglo XXI.
Hoy, muchos de los chicos con dificultades para mantener la atención o con conductas hiperactivas o disruptivas son diagnosticados
como ADD o ADHD y medicados. Esas son las denominaciones del manual diagnóstico de la Asociación Americana de Psiquiatría para el trastorno
por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
La dificultad de algunos chicos para mantener la atención, controlar sus impulsos y la tendencia a desplegar una amplia
actividad motora en momentos poco convenientes no son nuevas. Son tan antiguas como la infancia. Pero desde que estos síntomas
fueron reunidos bajo el nombre de un trastorno, su diagnóstico y la consiguiente medicación no han dejado de crecer. Este
fenómeno es objeto de debate por lo que implica: el uso de medicación en chicos pequeños.
¿Para qué tomás la pastilla? "Para portarme bien", contesta A., de 9 años, a su psicólogo.
Un efecto paradojal
Las drogas utilizadas en estos casos son el metilfenidato, un derivado de las anfetaminas, o la atomoxetina. El nombre
comercial más difundido es Ritalina y tiene un efecto paradojal: si bien es un psicoestimulante, actúa sobre los centros del
cerebro que ejercen el control inhibitorio, y el chico muchas veces se calma. Pero cuando es retirada, sin un proceso psicoterapéutico,
los síntomas reaparecen.
El año pasado, ante la decisión de la Secretaría de
Salud Pública de incluir el metilfenidato entre las drogas por ser cubiertas por la Prestación Médica Obligatoria (PMO), 150 profesionales
firmaron un consenso expresando su preocupación ante esta decisión, en el que alertan sobre el reduccionismo de pensar la
complejidad de la vida psíquica infantil sólo a partir de cuestiones neurobiológicas. Entre otras cosas plantean que un cuestionario
(el formulario de Conners) con el cual padres y docentes evalúan la conducta del niño, no es suficiente para decidir algo
tan delicado como el diagnóstico de lo que le ocurre a un niño. Advierten sobre el eventual abuso que se estaría produciendo
tanto en el diagnóstico del síndrome como en la indicación de psicofármacos para tratarlo.
El doctor Jaime Tallis, coordinador del equipo de Aprendizaje y Desarrollo del Hospital Durand y uno de los firmantes del
Consenso, considera que el síndrome está sobrediagnosticado. En 2005, de 60 casos con diagnóstico previo de ADD que recibió
el equipo que dirige, 49 tenían que ver con otras problemáticas, mayormente cuestiones emocionales o dislexia.
En este mismo sentido, en un estudio llevado a cabo por investigadores de la
Universidad de Lausanne, Suiza, se determinó que de 30 casos derivados por ADHD, sólo se confirmaron cinco.
Juan, padre de Maxi, relata su experiencia: realizaron la consulta a instancias de la psicopedagoga de la escuela. El niño
tenía una relación difícil con las autoridades, y distraía y molestaba a los demás en clase. Fue diagnosticado como ADD y
medicado.
"Parecía que la Ritalina les hacía efecto a las maestras,
que se tranquilizaron al saber que estaba tomando medicación", dice Juan. A los seis meses, viendo que las conductas que habían
motivado la consulta habían vuelto a aparecer, Maxi inició un tratamiento psicológico y se suspendió la medicación. El niño
pudo ir encontrando otros modos de relacionarse con los demás, con su estilo, ya que se trata de un niño muy inteligente y
curioso.
Más allá del síntoma
En la página web de la Fundación TDAH ( www.tdah.org.ar
) consignan una galería de notables que habrían padecido de este síndrome: Da Vinci, Newton, Beethoven y Rodin. Lejos de la
solución de cualquier pastilla que los adormeciese, encontraron un modo de hacer que los hizo inolvidables.
En el plano de la salud en general es el problema de ubicar qué es lo que causa determinada manifestación sintomática lo
que decide la cuestión del tratamiento. Si bien todo síntoma implica que hay algo que no está bien, lo que conviene es averiguar
la causa que lo determina. En el caso de los niños hiperactivos el espectro que se abre es más bien complejo: desde manifestaciones
propias de la infancia hasta cuadros cuya gravedad no la va a resolver una pastilla.
El doctor Tallis afirma: "El ADD no es una enfermedad. Atribuir la causa a una falla en el mecanismo de los neurotransmisores
es una interpretación que se hace desde la psiquiatría".
El informe del Consenso de los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos invita a abrir una pregunta frente
a la difusión del diagnóstico y el inmediato recurso a la medicación: "A pesar del progreso en la investigación del ADHD,
nuestro conocimiento sobre sus causas es mayormente especulativo. Este trastorno y su tratamiento permanecen controversiales,
especialmente el uso de psicoestimulantes".
Si bien este informe es de 1998, todavía no se ha podido comprobar que se deba a una falla en los neurotransmisores, que
es la hipótesis que, según la biología, explicaría estos síntomas.
Más allá del nombre y de la localización o no de la causa, es cierto que hay muchos niños que sufren, y sufren también
por el rechazo que su hiperactividad genera. El doctor Gustavo Stiglitz, psicoanalista de la Escuela de la Orientación Lacaniana
y compilador del libro DDA, ADD, ADHD, como ustedes quieran , señala que el problema con este diagnóstico es que si bien habla
de las conductas sintomáticas que se observan, no dice nada de la persona. En su opinión, el asunto no es si el ADD existe,
sino cómo se trata a los niños que presentan estos síntomas.
Para los padres, desorientados por manifestaciones de sus chicos que los exceden, encontrar un diagnóstico les produce
alivio. "La cuestión es qué se hace con ello: ¿se medica para tapar la boca o se pregunta para saber de qué se trata?", se
pregunta Stiglitz.
La medicación es efectiva en un gran porcentaje de los casos, aplacando los síntomas. Los adultos se encuentran entonces
en una encrucijada, llevados a tomar decisiones que tal vez nunca hubieran imaginado que deberían tomar: medicar o no a un
niño. También pueden decidir darle o no consistencia al nombre de ADD, que para muchos puede convertirse en un estigma.
El psicoanalista Germán García dice que el problema no es nuevo. Hay que recordar que las primeras descripciones son de
fines del siglo XIX. "Si uno acentúa el lado negativo (la dificultad para atender mínimas reglas de convivencia con el entorno)
piensa en parar eso como sea, por la psicoterapia, la Ritalina,
etcétera. Acentuando el lado positivo (la energía, la diversidad, la investigación) tiene que crear una manera de resolver
los eventuales sufrimientos del niño."
En ese sentido, Stiglitz considera que en el mundo adulto a veces no hay tiempo para esperar que concluya un proceso que
busque otras causas. "En un modo de vida donde lo que prima es la velocidad, la eficacia, la respuesta ya, muchas veces se
considera que lo que se aparta de los ideales es patológico y hay que corregirlo."
No se trata de desvalorizar la medicación. Pero los especialistas insisten en señalar el enorme cuidado con que debe ser
indicada. La pastilla jamás va a resolver lo singular del sufrimiento del niño: cómo lee eso que le pasa, cómo se ubica frente
a ese malestar, qué hace con su deseo.
Porque más allá del nombre, lo que al niño le ocurre con lo que en su vida no marcha es algo por ser develado. Los profesionales
coinciden en que lo más oportuno es intentar indagar qué le está pasando al niño, y en esto se hace necesario acompañar un
proceso.
Por Verónica Rubens
ParaLA NACION